Cierta historia de la astrologia
Pero volviendo a Roma, parece que la astrología penetró en todos sus ámbitos, si bien, tal y como sucede actualmente, fue objeto también de fuertes ataques de sus adversarios. Además, se abre por primera vez . las mujeres,apareciendo alguna que otra
astrologa,muchos emperadores tienen su astrólogo. La astrología fue en Roma un sinónimo de predicción mientras que la preocupación por la influencia de los astros sobre los rasgos individuales, que Ptolomeo había descrito con tanta precisión, casi cae en el olvido.
Con la llegada del cristianismo, la astrología choca abiertamente con el principio del libre albedrío, por ello no son de extrañar las críticas de los padres de la Iglesia contra ella. San Agustín, en Las confesiones, se manifiesta en contra de
la astrología tanto desde un punto de vista teológico como racional. Santo Tomás, por su parte, aun negando el carácter divino a los cuerpos celestes, entiende que son obra de Dios, aunque desprovistos de personalidad. Ahora bien, puesto que se trata de cuerpos físicos puede admitirse que puedan influir en otros cuerpos físicos. A pesar de esto, en el mundo cristiano siempre ha habido una enorme cantidad de creyentes en la astrología. La autoridad de los pri meros padres de la Iglesia queda relegada a un término secundario, por lo menos a lo que este respecto se refiere. Así se conoce que Alfonso X el Sabio, patrocinador de varias traducciones de textos hebreos y ára bes sobre astrología, estuvo muy influido por estas ideas, claramente sospechosas desde el punto de vista de la ortodoxia. Hay que advertir, sin embargo, que hacía la distinción entre la astrología como ciencia y la adivinación llevada a cabo por aficionados.
I n 1564, la comisión especial del Concilio de Trento, con arreglo a diez reglas fundamentales aprobadas por Pío IV, prohibió radical mente todos los libros que contuvieran adivinaciones por agüeros, pronósticos y encantamientos; también se indicaba a los obispos la necesidad de prohibir la lectura de tratados de Astrología judiciaria, con excepción de lo que se refiriese a juicios útiles en la Navegación, la Agricultura o la Medicina. En virtud de este criterio, la Santa Inquisi ción inició distintos procesos contra
algunos astrólogos.
Tras un período de cierta permisividad, la Iglesia católica ha adoptado, en la actualidad, una postura muy crítica contra el zodiaco, ya que el nuevo catecismo universal, aprobado por Juan Pablo II en junio de 1992 y que vio la luz ese mismo año, se incluye como un nuevo modo de pecar la lectura del horóscopo. De esta manera se lo equipara a la corrupción, la especulación y el tráfico de drogas, lo cual quizás pueda resultar, incluso a los astrónomos más combatientes con la astrología, un poco exagerado.
En el mundo árabe, la astrología, que toma el nombre de hakam o jui cio de las estrellas, se difundió ampliamente entre los persas, sirios, ára bes y turcos y acompañará la conquista musulmana. Aunque la intención de Mahoma había sido eliminar la fe en supersticiones astrales y las ideas judeocristianas, la realidad es que el Corán no condena
expresamente la astrología. De hecho, muchos califas tienen un astró logo a su servicio y la astrología árabe dio lugar a un verdadero avance de los conocimientos astronómicos, ya que los astrólogos entendían que el fallo en sus predicciones se encontraba en un error de cálculo y no en un error de base. Así, por ejemplo, construyeron nuevos astro- labios y calcularon la fecha exacta de algunos acontecimientos celes tes. En la España medieval, en un lugar históricamente tan excepcio nal como Toledo, la astrología se estudia, como otros saberes, en la Escuela de Traductores. Ilustrativo de todo esto es el estereotipo del médico árabe que se emplea en el teatro hasta el siglo XVI, en virtud del cual la astrología influye de modo decisivo en la preparación de sus medicamentos. No obstante, el conocimiento astrológico siempre ha chocado con la religión monoteísta. Por ello no es de extrañar que, entre otros, el célebre médico, alquimista y filósofo árabe Avicena señalase, recordando el Corán, que sólo Dios podría conocer el por venir.
